jueves, 13 de enero de 2011

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Como de la boca relamida, paladeando la coraza del caracol que chupaba el hueso en la otra esquina al frente del negocio del guatón care rata me perseguía una cresta de gallina eufórica porque necesitaba llenar el hueco de su estómago con una coronta de madrugada a la mantequilla. Y caliente, porque le daban ganas de vomitar si no encontraba el caminito justo hasta la calle de la mamá gallina Trum Truuuum parecía sonarse con el silencio de los enanos sentados en la cuadra de en frente. Opposite dijo la muy siútica mientras, al mismo tiempo, los trabajadores de Telefónica arreglaban el poste para recibir la llamada del gato que le respondería que sí a cualquier petición que yo hiciera

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