lunes, 6 de febrero de 2012

Pitufario Secreto

Pitufario Secreto

Papá Pitufo se disponía a continuar
con su ritual de los lunes.
Calculaba el momento preciso
en que la aldea hervía en movimiento:
los bancos llenos
(sobre todo a fin de mes);
las filas interminables en las farmacias;
otros saliendo del sauna
a sus labores cotidianas.

Sabía Papá Pitufo
que era de capital importancia
escabullirse sin ser visto,
ingresar la clave
y esperar a que la pequeña puerta,
escondida entre los hongos gigantes,
abriera con su habitual silencio
y parsimonia.

Algo falló en esta ocasión.
Después de haber contado
las seis veces correspondientes,
los embriones,
y calcular los niveles de nutrientes
y de oxígeno,
sintió un ruido.

Papá Pitufo ya no corre como antes,
pero sabe ser sigiloso.
El golpe en la nuca no fue fatal.
Mover el cuerpo costó un poco,
Papá ya no tiene la fuerza de antaño.

Mientras decidía que hacer,
recordó el canil de la aldea
y esperaba que Pitufo Bromista,
como solía ocurrir,
hubiera olvidado su obligación
de alimentar a los perros.

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