Pitufario onanista
Pitufo Bromista recibió con ansias
el paquete;
había contado los minutos del retraso
(costumbre muy arraigada en él,
desconocida para los otros pitufos).
No le importó el delicado envoltorio
y lo rasgó
veloz,
con taquicardia.
Era un juguete caro, ciertamente.
Su salario en el canil se resentía
bastante,
pero sin duda amortizaría el golpe
pitufando día y noche.
Estaba tan ensimismado,
al punto de separar los dedos de los pies,
que no se percató
de los ladridos con estruendo a su alrededor,
ni del sospechoso silencio posterior.
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